A partir del mes de mayo el gobierno nacional en cabeza del presidente, Iván Duque, y su gabinete ministerial, decidió decirle no más al uso de tapabocas para los connacionales que hayan llegado a la tercera dosis de la vacuna contra el Covid-19. Han transcurrido diecinueve días de esta arbitraria medida y ya hay hospitales arrimando a la ocupación del cuarenta y cinco por ciento de camas UCI, en diferentes localidades del territorio colombiano. Cali, Medellín, Barranquilla, Bogotá, Cartagena, Bucaramanga, Manizales, Pereira, Armenia, Ibagué y Tuluá; registran cerca de mil doscientos casos de contagio, provenientes de encuentros cercanos en discotecas, estadios, teatros, bares, restaurantes y colegios públicos.
Estos últimos lugares presentan una estadística preocupante de treinta educandos con diagnóstico Covid-19. La aparición de fiebres de alta temperatura, diarrea, vómito, dolor de cabeza, dolor de garganta, congestión nasal, tos repetitiva y desgano total, presagian que de continuar así el número de contagios, en menos de un mes la cifra volverá a ser muy preocupante. Según los galenos en distintas localidades del país, advierten que los malestares perduran entre tres y seis días. Luego de controlada la enfermedad el paciente demora una o dos semanas con secuelas imposibilitando el accionar normal en la musculatura del cuerpo y en las funciones respiratorias, digestivas y urinarias del organismo. Esto sin argumentar los daños ocasionados por la tercera dosis en adultos mayores, quienes presentan decaimiento, alteraciones nerviosas, taquicardias, vértigos, insomnio y pérdida del apetito.
Algunos incrédulos siguen asegurando sobre la inexistencia de la pandemia. Tratan a los usuarios de tapabocas como idiotas útiles, o payasos que siguen llamando la atención, por el simple hecho de mantener su propio régimen de salud social. Para el gremio de los profesores, el utilizar tapabocas en el aula de clase les garantiza un noventa por ciento de seguridad al no contagio, aunque gran molestia para la garganta, por tener que gritar a la hora de explicar la temática de la clase.
Tengan razón unos y otros no, el momento para ahorrar dinero por implementos anti contagio deja en evidencia el grado de improvisación en el Ministerio de Salud Pública, que ve con buenos ojos el estimular a los dicentes volver a compartir un dulce, una fruta, un comestible, una charla, una reunión o una fiesta entre varios compañeros, sin importar la posibilidad de caer en desgracia. Jugar con la salud es malo. Darle posibilidad al mal peor. Hacernos los tontos o los de la vista gorda, puede traer consecuencias funestas. Padres de familia soldado avisado no muere en combate.
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